Durante buena parte de la mañana de ese día escuchamos a Elpidio Colmenares, de 51 años de edad, nacido en la misma casa donde nos hablaba en La Vega de los Gayones, un 2 de septiembre de 1956, hace ya 51 años, de su último cumpleaños nos dice:
"a cumpleaños más malo, nadie se entero…
cuando cumplí 32 años me regalaron 7 botellas de ron, cumplí 51 años y nadie me dio nada y aquí estoy."
Elpidio Colmenares sabe que su hora de nacimiento fue a las 11 de la mañana, lo recuerda porque su madre María Juliana Colmenares les decía a cada uno de sus diez hijos los detalles de sus nacimientos, al respecto recuerda:
"Eso sí tenía mi mamá, nos decía la datación de cada hijo; la hora, el día y donde había nacido cada uno de nosotros."
Ese elemento, aunque pareciera sin importancia, revela que para María Juliana Colmenares el momento del nacimiento de cada uno de sus hijos e hijas era de vital importancia, lo que pudiera identificarse como un elemento familias que se conserva en algunas culturas originarias.
Al referirse a su niñez nuestra fuente indica que está estuvo muy marcada por las carencias, que no permitieron las actividades lúdicas de tan importante etapa del ser humano, pero está situación género un tipo de juego entre los niños contemporáneos a Elpidio que llama fuertemente la atención, como lo es el que este recuerda: el hecho de haber elaborado arcos y flechas, junto con otros muchachos, a la pregunta de quién les enseñó a elaborar dichos instrumentos responde que lo hacían por "intuición". De este recuerdo nos señala:
"Cuando muchachos hacíamos flechas y se la lanzábamos a las cabras para verlas salvar pa arriba".
Ya este tipo de experiencia en la elaboración de arcos y flechas de manera intuitiva fue señalada por Linarez (1994) en el barrio El Jebito existen pobladores que elaboran flechas y arcos. Este hecho crea una referencia a un conocimiento ancestral significativo que ha logrado perdurar en la memoria colectiva de los descendientes indígenas de las riberas del Tocuyo.
Muy a pesar de que la gran mayoría de los habitantes de las diferentes comunidades "rurales" se les denomina y se auto denominan "campesinos" Elpidio Colmenares le da una justificación política a dicho calificativo y a su vez lo niega, cuando afirma que:
"el campesino no existe... yo vengo del campo -dice la gente- mentira, el campesino lo implantó el blanco porque no convenía que nos llamáramos indios."
A está aseveración la razón histórica la acompaña en vista de que para el año 1882 Guzmán Blanco decreta la "extinción" de las "comunidades indígenas", excepto en la Goajira, el Alto y Delta del Orinoco. Asumiendo de un plumazo que los habitantes de esas tres regiones de la república eran las únicas a las que se les podía aplicar la legislación indígena de la época, las que quedaban por fuera de estas, a saber la gran mayoría, dejaban de facto de ser indígenas ante la ley y el estado; medida que se tomo sin considerar elementos socioculturales y étnicos de una buena parte de la población.
Muchos de esos elementos son reseñados por investigadores de la época, por ejemplo se informa que los aborígenes Gayon de Bobare para finales del siglo XIX aún bajaban a Barquisimeto ejecutando flautas, portando arco y flechas los hombres, llevando sus niños en las espaldas las mujeres. Más o menos en la misma fecha registra Francisco Tamayo que se celebraba el Baile del Jojoto en la población de Villanueva, nombre de una manifestación cultural ritual que es análoga al que aún hasta nuestros días se celebra por los descendientes Ayaman en el municipio Urdaneta de Lara y Federación de Falcon. Está es conocida como Las Turas, que no es más que jojoto tierno. En este punto cabe destacar que el 5 de mayo del 2007 se celebra en La Vega de los Gayones el ritual de las Turas, bautizándose el patio de la casa ancestral de Elpidio como patio de las Turas. Al referirse a este nos lo define como el "ritual de agradecimiento a la tierra por la cosechas", y nos dice que la cruz que ahora permanece en el patio de su casa es de las Turas, pero a su vez en forma enfática indica:
"eso es nuevo, el indio no creía en cruces, el indio cree en el sol, la luna, el agua, la lluvia... esos eran sus dioses ahora tenemos cosas de otras culturas".
Pero esas nuevas culturas se acrisolaron en la cultura Gayon no lograron eliminar la esencia espiritual de los hombres y mujeres descendientes de los pobladores originarios de estas tierras, por ello continúa Elpidio dándonos elementos aún más transcendentales:
"los que eran llamados brujos tenían sus mogotes por aquí para poner sus velas...Aquí antes habían unos brujos finos, esos no sabían leer y aprendían de lo nuestro, aprendían de la naturaleza"
Continúa señalando:
"El único Shaman que yo conocí bien, porque curo a mi hermana, se llamaba Juan Jesús Colmenares, ese vivía en El Molino... ese hombre sí sabía."
De Juan de Jesús también recuerda que:
"un día, estando yo pequeño mi hermana me llevó al otro lado del río y caí en el, del susto lloré y me orine el río y en la noche no me dejaron dormir los satiros... pues mandaron a buscar a Juan de Jesús y me curo con unas bebidas que el preparó"
sigue relatando:
"uno tiene que respetar el agua... el agua es sagrada, sin agua no hay vida".
Los elementos a los que hace referencia Elpidio en está conversación son de indiscutible carácter indígena, en un primer momento devela la institución Shamanica, tildada de brujería; a su vez relata la existencia de los satiros, compadres, amos del agua, a los que menciona Tamayo como también homenajedos en el ritual de las Turas. Otro señalamiento importante es el que da al referirse a el agua, además de esto en un momento dice también:
"Está tierra es mi vida, aquí nací, ella me da la vida".
En nuestras culturas ancestrales, en cada una de ellas la tierra es la madre, la dadorá de la vida, tan igual que el agua que la sustenta. Está aseveración es un legado vivo de los pueblos indígenas que existen en sus territorios milenarios.
Pero continuemos con la información que aportada por Elpidio, al referirse a los sitios sagrados indica:
"Ese punto ahí -señala un lugar visible desde la casa- era prohibido, no se por que por ese sitio no se podía caminar."
Luego dice:
"los sitios sagrados estaban en aquellas peñas, los indios de aquí iban a hacer sus rituales allá."
Lo que denomina Elpidio como "sitios sagrados" se ubica en las laderas de las serranías que quedan al norte de La Vega de los Gayones, en donde ya el Obispo Martí, en su pasó por Humocaro en el año 1777 había reseñado como sitios donde los Gayon practicaban sus rituales.
Llama la atención que a pesar de la represión de la iglesia durante y después de la colonia aún se conserva en la memoria de un descendiente Gayon la ubicación de los sitios sagrados, lo que sólo sería posible ya que estos jamás perdieron su uso mágico-religioso muy a pesar de todas las acciones llevadas a cabo para destruir estas manifestaciones humanas de nuestro pueblo Gayon.
Pero no sólo lo mágico-religioso fue atacado, también las relaciones de producción ancestral sufrieron embates de los poderosos que los explotaron, de estos dice la fuente:
"cuando Juan Colmenares hizo la repartición; yo por lo menos le agradezco el apellido pero ese no era nuestro apellido; ese fue el que nos jodió, ese era el esclavista de los indios de aquí... cada pueblo que tenga un apellido español es un apellido español impuesto"
Identifica claramente que hasta el apellido fue impuesto y que la relación económica existente en la denominada posesión Colmenares, antigua encomienda Colmenares, era una relación de Esclavitud. La mencionada posesión fue un resguardo indígena gozando de la propiedad colectiva de la tierra hasta 1891, cuando se dio el reparto de la misma, entregándosele a los no indígenas las mejores tierras que por las características geográficas del lugar eran las de riego, y dándole a las familias indígenas derechos en los lotes comunes del "Peñón", "Espinal", "Pica-Floral" y "Central" y es en este último donde se asentaron los ancestros de la familia de Elpidio, en donde la propiedad colectiva de la tierra jamás se perdió. De ello recuerda:
"aquí todo el mundo tenía sus derechos pero se los agarraron..."
Luego explica:
"Rosario Colmenares vendió derechos que no eran de el..."
Estas ventas de derechos de tierras a terceros sin ser de la propiedad del vendedor generan un acto fraudulento e ilícito que no permite que los actuales terratenientes tengan una legítima y legal tradición de la tierra. También conoce el hecho de que los terratenientes le temen al proceso de reafirmación étnica que vive la comunidad, sabe lo que dijo uno de ellos al referirse a este:
"cuatro huesos de muerto que tienen en ese museo han agarrado fuerza."
Y es que la comunidad de La Vega de los Gayones está sobre un cementerio indígena de más de 2000 años, lo que constituye su patrimonio cultural. Pero este no fue asumido así, sino después de un proceso educativo político, al referirse a lo ocurrido antes de crear el museo nos dice Elpidio:
"Aquí vinieron unos saqueadores... los desgraciados nos regalaban laticas heinz y nosotros le dábamos piezas, desde planchas de hierro hasta cerámicas."
A la pregunta ¿de cual era la causa de ese desarraigo con las cosas de la comunidad? responde:
"Eso se debe a la ignorancia, falta de conocimientos, a la falta de enseñanzas de lo nuestro... conocemos más la historia de cualquier parte del mundo, pero desconocemos la historia del sitio donde estamos parados... eso no puede ser."
Pero después del proceso de aprendizaje significativo, generado por el Programa de Arqueología de Salvamento y la Red de Museos Escolares ahora dice Elpidio:
"hay que proteger lo que es de uno, sí me llega un carajo a escarbar lo dejó, no ves que me va a ahorrar el trabajo que después tengo que hacerlo yo, pero ahí me plantó, pendiente y cuando me diga que lo que consigue lo vamos a lavar pa llevárselos, no señor hasta ahí...
De aquí no sale más nada".
El aprendizaje de lo patrimonial es un argumento de la visión política de la resistencia indígena, muestra de ello el siguiente aporte de nuestro entrevistado:
"todo aquel que diga ser venezolano, que se creyó descubierto por Cristóbal Colón, es indio porque aquí cuando llegó Colón habían esqueletos y ¿de quién eran esos esqueletos?".
Está sencilla pregunta y su aún más sencilla pero oculta respuesta argumenta desde la claridad del indio la resistencia contra el colonialismo del pasado, presente y del que se quiere imponer en el futuro. De esa resistencia recuerda la fuente por ejemplo:
"Juan Tamayo Soto tenía una casa frente al plan, en esa casa se hizo el primer sindicato."
Este personaje entre otras cosas era familia de Pío Tamayo. Y las andanzas de Pío Tamayo por esos parajes vale la pena recordar lo que Bernabe Quintero, descendiente Gayon, médico Shaman y combatiente guerrillero desde la dictadura de Gómez, compañero de Argimiro Gabaldon, guerrero con más de cien años recuerda de su infancia que conoció a Pío Tamayo una tarde cuando andaba guarureando loros en la hacienda La Estancia, al otro lado del río, frente a la Vega de los Gayones. Y es que los Quintero son "derechantes" del lote "Central" de la "Posesión Colmenares", como se enterarían Elpidio Colmenares y Severo Pérez cuando los tocó en el gobierno de Luis Herrera, enfrentarse a la última usurpación de tierras indígenas por parte de los terratenientes.
Luego de la continuidad del despojo y la usurpación de las tierras indígenas del lote central aún se conservan estos y un sin fin de saberes ancestrales; como el de la pelota criolla; de la cual ubica a sus practicantes actuales en el sector de las Canoitas, ellos son:
"Rafael Pérez, Juan Manito, Dámaso Pérez, Teofilo Pérez, Juan Pérez, los manitos, llamados así porque a su papa le decían así... ellos aún juegan la pelota criolla y viven ahí en las canoitas".
De ello se puede señalar que Las Canoitas forman parte de la Posesión Colmenares y que el apodo de manitos de los descendientes de apellido Pérez significa según Querales en prólogo de Linarez (1994) que "manitos" es hermanito o hermano, el mismo significado del término Gayon.
Para cerrar está larga conversación termina Elpidio Colmenares Gayon de nacimiento, "descendientes directo de los originarios de está tierra" como el mismo se denomina, diciéndonos:
"Dios no encuentra que hacer con to estos locos que tiene aquí abajo... Hay que echarle una manito".
Y finaliza diciendo:
"tengo 51 años pero lo que les estoy diciendo tiene la edad del mundo porque se lo escuché a los antiguos".
"a cumpleaños más malo, nadie se entero…
cuando cumplí 32 años me regalaron 7 botellas de ron, cumplí 51 años y nadie me dio nada y aquí estoy."
Elpidio Colmenares sabe que su hora de nacimiento fue a las 11 de la mañana, lo recuerda porque su madre María Juliana Colmenares les decía a cada uno de sus diez hijos los detalles de sus nacimientos, al respecto recuerda:
"Eso sí tenía mi mamá, nos decía la datación de cada hijo; la hora, el día y donde había nacido cada uno de nosotros."
Ese elemento, aunque pareciera sin importancia, revela que para María Juliana Colmenares el momento del nacimiento de cada uno de sus hijos e hijas era de vital importancia, lo que pudiera identificarse como un elemento familias que se conserva en algunas culturas originarias.
Al referirse a su niñez nuestra fuente indica que está estuvo muy marcada por las carencias, que no permitieron las actividades lúdicas de tan importante etapa del ser humano, pero está situación género un tipo de juego entre los niños contemporáneos a Elpidio que llama fuertemente la atención, como lo es el que este recuerda: el hecho de haber elaborado arcos y flechas, junto con otros muchachos, a la pregunta de quién les enseñó a elaborar dichos instrumentos responde que lo hacían por "intuición". De este recuerdo nos señala:
"Cuando muchachos hacíamos flechas y se la lanzábamos a las cabras para verlas salvar pa arriba".
Ya este tipo de experiencia en la elaboración de arcos y flechas de manera intuitiva fue señalada por Linarez (1994) en el barrio El Jebito existen pobladores que elaboran flechas y arcos. Este hecho crea una referencia a un conocimiento ancestral significativo que ha logrado perdurar en la memoria colectiva de los descendientes indígenas de las riberas del Tocuyo.
Muy a pesar de que la gran mayoría de los habitantes de las diferentes comunidades "rurales" se les denomina y se auto denominan "campesinos" Elpidio Colmenares le da una justificación política a dicho calificativo y a su vez lo niega, cuando afirma que:
"el campesino no existe... yo vengo del campo -dice la gente- mentira, el campesino lo implantó el blanco porque no convenía que nos llamáramos indios."
A está aseveración la razón histórica la acompaña en vista de que para el año 1882 Guzmán Blanco decreta la "extinción" de las "comunidades indígenas", excepto en la Goajira, el Alto y Delta del Orinoco. Asumiendo de un plumazo que los habitantes de esas tres regiones de la república eran las únicas a las que se les podía aplicar la legislación indígena de la época, las que quedaban por fuera de estas, a saber la gran mayoría, dejaban de facto de ser indígenas ante la ley y el estado; medida que se tomo sin considerar elementos socioculturales y étnicos de una buena parte de la población.
Muchos de esos elementos son reseñados por investigadores de la época, por ejemplo se informa que los aborígenes Gayon de Bobare para finales del siglo XIX aún bajaban a Barquisimeto ejecutando flautas, portando arco y flechas los hombres, llevando sus niños en las espaldas las mujeres. Más o menos en la misma fecha registra Francisco Tamayo que se celebraba el Baile del Jojoto en la población de Villanueva, nombre de una manifestación cultural ritual que es análoga al que aún hasta nuestros días se celebra por los descendientes Ayaman en el municipio Urdaneta de Lara y Federación de Falcon. Está es conocida como Las Turas, que no es más que jojoto tierno. En este punto cabe destacar que el 5 de mayo del 2007 se celebra en La Vega de los Gayones el ritual de las Turas, bautizándose el patio de la casa ancestral de Elpidio como patio de las Turas. Al referirse a este nos lo define como el "ritual de agradecimiento a la tierra por la cosechas", y nos dice que la cruz que ahora permanece en el patio de su casa es de las Turas, pero a su vez en forma enfática indica:
"eso es nuevo, el indio no creía en cruces, el indio cree en el sol, la luna, el agua, la lluvia... esos eran sus dioses ahora tenemos cosas de otras culturas".
Pero esas nuevas culturas se acrisolaron en la cultura Gayon no lograron eliminar la esencia espiritual de los hombres y mujeres descendientes de los pobladores originarios de estas tierras, por ello continúa Elpidio dándonos elementos aún más transcendentales:
"los que eran llamados brujos tenían sus mogotes por aquí para poner sus velas...Aquí antes habían unos brujos finos, esos no sabían leer y aprendían de lo nuestro, aprendían de la naturaleza"
Continúa señalando:
"El único Shaman que yo conocí bien, porque curo a mi hermana, se llamaba Juan Jesús Colmenares, ese vivía en El Molino... ese hombre sí sabía."
De Juan de Jesús también recuerda que:
"un día, estando yo pequeño mi hermana me llevó al otro lado del río y caí en el, del susto lloré y me orine el río y en la noche no me dejaron dormir los satiros... pues mandaron a buscar a Juan de Jesús y me curo con unas bebidas que el preparó"
sigue relatando:
"uno tiene que respetar el agua... el agua es sagrada, sin agua no hay vida".
Los elementos a los que hace referencia Elpidio en está conversación son de indiscutible carácter indígena, en un primer momento devela la institución Shamanica, tildada de brujería; a su vez relata la existencia de los satiros, compadres, amos del agua, a los que menciona Tamayo como también homenajedos en el ritual de las Turas. Otro señalamiento importante es el que da al referirse a el agua, además de esto en un momento dice también:
"Está tierra es mi vida, aquí nací, ella me da la vida".
En nuestras culturas ancestrales, en cada una de ellas la tierra es la madre, la dadorá de la vida, tan igual que el agua que la sustenta. Está aseveración es un legado vivo de los pueblos indígenas que existen en sus territorios milenarios.
Pero continuemos con la información que aportada por Elpidio, al referirse a los sitios sagrados indica:
"Ese punto ahí -señala un lugar visible desde la casa- era prohibido, no se por que por ese sitio no se podía caminar."
Luego dice:
"los sitios sagrados estaban en aquellas peñas, los indios de aquí iban a hacer sus rituales allá."
Lo que denomina Elpidio como "sitios sagrados" se ubica en las laderas de las serranías que quedan al norte de La Vega de los Gayones, en donde ya el Obispo Martí, en su pasó por Humocaro en el año 1777 había reseñado como sitios donde los Gayon practicaban sus rituales.
Llama la atención que a pesar de la represión de la iglesia durante y después de la colonia aún se conserva en la memoria de un descendiente Gayon la ubicación de los sitios sagrados, lo que sólo sería posible ya que estos jamás perdieron su uso mágico-religioso muy a pesar de todas las acciones llevadas a cabo para destruir estas manifestaciones humanas de nuestro pueblo Gayon.
Pero no sólo lo mágico-religioso fue atacado, también las relaciones de producción ancestral sufrieron embates de los poderosos que los explotaron, de estos dice la fuente:
"cuando Juan Colmenares hizo la repartición; yo por lo menos le agradezco el apellido pero ese no era nuestro apellido; ese fue el que nos jodió, ese era el esclavista de los indios de aquí... cada pueblo que tenga un apellido español es un apellido español impuesto"
Identifica claramente que hasta el apellido fue impuesto y que la relación económica existente en la denominada posesión Colmenares, antigua encomienda Colmenares, era una relación de Esclavitud. La mencionada posesión fue un resguardo indígena gozando de la propiedad colectiva de la tierra hasta 1891, cuando se dio el reparto de la misma, entregándosele a los no indígenas las mejores tierras que por las características geográficas del lugar eran las de riego, y dándole a las familias indígenas derechos en los lotes comunes del "Peñón", "Espinal", "Pica-Floral" y "Central" y es en este último donde se asentaron los ancestros de la familia de Elpidio, en donde la propiedad colectiva de la tierra jamás se perdió. De ello recuerda:
"aquí todo el mundo tenía sus derechos pero se los agarraron..."
Luego explica:
"Rosario Colmenares vendió derechos que no eran de el..."
Estas ventas de derechos de tierras a terceros sin ser de la propiedad del vendedor generan un acto fraudulento e ilícito que no permite que los actuales terratenientes tengan una legítima y legal tradición de la tierra. También conoce el hecho de que los terratenientes le temen al proceso de reafirmación étnica que vive la comunidad, sabe lo que dijo uno de ellos al referirse a este:
"cuatro huesos de muerto que tienen en ese museo han agarrado fuerza."
Y es que la comunidad de La Vega de los Gayones está sobre un cementerio indígena de más de 2000 años, lo que constituye su patrimonio cultural. Pero este no fue asumido así, sino después de un proceso educativo político, al referirse a lo ocurrido antes de crear el museo nos dice Elpidio:
"Aquí vinieron unos saqueadores... los desgraciados nos regalaban laticas heinz y nosotros le dábamos piezas, desde planchas de hierro hasta cerámicas."
A la pregunta ¿de cual era la causa de ese desarraigo con las cosas de la comunidad? responde:
"Eso se debe a la ignorancia, falta de conocimientos, a la falta de enseñanzas de lo nuestro... conocemos más la historia de cualquier parte del mundo, pero desconocemos la historia del sitio donde estamos parados... eso no puede ser."
Pero después del proceso de aprendizaje significativo, generado por el Programa de Arqueología de Salvamento y la Red de Museos Escolares ahora dice Elpidio:
"hay que proteger lo que es de uno, sí me llega un carajo a escarbar lo dejó, no ves que me va a ahorrar el trabajo que después tengo que hacerlo yo, pero ahí me plantó, pendiente y cuando me diga que lo que consigue lo vamos a lavar pa llevárselos, no señor hasta ahí...
De aquí no sale más nada".
El aprendizaje de lo patrimonial es un argumento de la visión política de la resistencia indígena, muestra de ello el siguiente aporte de nuestro entrevistado:
"todo aquel que diga ser venezolano, que se creyó descubierto por Cristóbal Colón, es indio porque aquí cuando llegó Colón habían esqueletos y ¿de quién eran esos esqueletos?".
Está sencilla pregunta y su aún más sencilla pero oculta respuesta argumenta desde la claridad del indio la resistencia contra el colonialismo del pasado, presente y del que se quiere imponer en el futuro. De esa resistencia recuerda la fuente por ejemplo:
"Juan Tamayo Soto tenía una casa frente al plan, en esa casa se hizo el primer sindicato."
Este personaje entre otras cosas era familia de Pío Tamayo. Y las andanzas de Pío Tamayo por esos parajes vale la pena recordar lo que Bernabe Quintero, descendiente Gayon, médico Shaman y combatiente guerrillero desde la dictadura de Gómez, compañero de Argimiro Gabaldon, guerrero con más de cien años recuerda de su infancia que conoció a Pío Tamayo una tarde cuando andaba guarureando loros en la hacienda La Estancia, al otro lado del río, frente a la Vega de los Gayones. Y es que los Quintero son "derechantes" del lote "Central" de la "Posesión Colmenares", como se enterarían Elpidio Colmenares y Severo Pérez cuando los tocó en el gobierno de Luis Herrera, enfrentarse a la última usurpación de tierras indígenas por parte de los terratenientes.
Luego de la continuidad del despojo y la usurpación de las tierras indígenas del lote central aún se conservan estos y un sin fin de saberes ancestrales; como el de la pelota criolla; de la cual ubica a sus practicantes actuales en el sector de las Canoitas, ellos son:
"Rafael Pérez, Juan Manito, Dámaso Pérez, Teofilo Pérez, Juan Pérez, los manitos, llamados así porque a su papa le decían así... ellos aún juegan la pelota criolla y viven ahí en las canoitas".
De ello se puede señalar que Las Canoitas forman parte de la Posesión Colmenares y que el apodo de manitos de los descendientes de apellido Pérez significa según Querales en prólogo de Linarez (1994) que "manitos" es hermanito o hermano, el mismo significado del término Gayon.
Para cerrar está larga conversación termina Elpidio Colmenares Gayon de nacimiento, "descendientes directo de los originarios de está tierra" como el mismo se denomina, diciéndonos:
"Dios no encuentra que hacer con to estos locos que tiene aquí abajo... Hay que echarle una manito".
Y finaliza diciendo:
"tengo 51 años pero lo que les estoy diciendo tiene la edad del mundo porque se lo escuché a los antiguos".
ROLANDO GRATEROL.
C.I. V-12.593.710.
C.I. V-12.593.710.
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